lunes, 2 de marzo de 2009

Disfunción con olor a humo.

Evidentemente los medios de comunicación de masas juegan un papel muy importante en la sociedad actual, somos in-conscientes (muchas veces involuntariamente) de ello regularmente, y a veces, actuando de forma defensiva, nos cuesta aceptar que así sea denotando por tanto como se cuartea en realidad nuestra libertad. Por ello, porque cohabitamos diariamente con ello, resulta muy interesante entender y analizar el funcionalismo, pues se encarga de analizar la función global de los medios en la sociedad, interesándose por la dinámica social en la que conviven los medios y su papel estructural. Remontándonos a los orígenes y precedentes sobre los que el funcionalismo desarrolla su análisis hablaríamos de la figura de Lasswell y una de las funciones básicas que este adjudicó a los medios: la influencia de la comunicación masiva en procesos de estabilización o de cambios culturales o sociales. Somos conscientes, intrínsicamente, de que esa “comunicación masiva” o “mass media” posee unos efectos poderosísimos sobre la sociedad, y que estos se apoyan en el funcionalismo, que intenta producir un sistema de conocimiento objetivo que sea capaz de formular condiciones de equilibrio y autorregulación social, por tanto, de autoequilibrio en la vida social; pero esto también genera su antitesis: la disfunción, que abarca las consecuencias observadas que estrechan la adaptación o ajuste al sistema. Aplicándola a nuestra materia de estudio, el cine, como medio de comunicación que es, es capaz de incidir en los cambios sociales, económicos, políticos y culturales de un modo sutil presentado muchas veces de la forma más inocente pero premeditada. Aquí surge el problema del Emisor- Receptor y su esquema unidireccional, donde el emisor ocupa una posición preferente (como poseedor del mensaje) y el receptor una posición con dificultades para acceder a las instituciones; el emisor (en este caso lo tomaríamos como el film en si; su trama, sus matices, su ideología, sus modelos, sus personajes, su entorno) es capaz de influir positiva o negativamente sobre el receptor (espectador que permanece atento e inmerso en el film). Aplicándolo a la actualidad más flamante, nos centraríamos en la reciente noticia que anunciaba la intención de retirada del tabaco en las películas, sostenida con el estudio de que la exposición de los adolescentes (nos encontramos frente a los receptores) a películas con escenas en las que los actores (los emisores) fuman predice la conversión de un 3% de los adolescentes más jóvenes en fumadores estables ,además de que varias investigaciones en los EE.UU. estiman que el 52% de los adolescentes (receptores) comienzan a fumar imitando a sus estrellas preferidas (emisores) en pantalla ;ante el intento de prohibición nos encontramos ante una disfunción ¿Por qué? Porque a partir de los años noventa (durante los años 60 y 80 de produjo un descenso de la aparición de escenas relacionadas con el uso del tabaco en las películas) se empezó a incorporar el recurso o habito de fumar en la gran pantalla y tal repercusión aminoró la adaptación del sistema, ya que la sociedad tiende a retirar o desechar todo lo disfuncional que no le permita evolucionar; evidentemente todo ello queda sujeto al marco social del momento. Por tanto, sabemos que actualmente el tabaco produce casi cinco millones de muertes por enfermedades relacionadas con el consumo de este, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por tanto tal hábito no se acoge del mismo modo que en los años cincuenta o treinta; si el cine de antes olía al humo del tabaco ahora huele a muerte y enfermedad. Ante un inocente cigarro del cine de los años treinta (que bien se trataba de un complemento más, como un abrigo o un bastón) ahora nos encontramos con una disfuncionalidad dañina, que como tal, no es bien recibida por no cumplir con la ética y preocupaciones del momento; por esa pérdida del sentido de la norma y por una evolución social que determina un elevado índice de mortalidad en fumadores. En efecto y en realidad, nuestra sociedad está cubierta de medios de comunicación de masas disfuncionales; por lo tanto poseemos en nuestras manos la enorme, difícil y responsable tarea de convertirnos en reguladores de todos aquellos medios de comunicación de masas que no efectúan sus funciones, y para ello debemos ser un público constituido e informado, con una auténtica opinión pública. ¿No os parece esto tremendamente complicado?


*Las imagenes adjuntas muestran muchas de las campañas publicitarias anti tabaco que se han realizado y ejemplifican la disfunción dañina de la que hablamos.

Rosana Peña.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo... los medios ejercen una gran influencia sobre la sociedad ( es una gran arma de poder) y como tal deberia cumplir una serie de funciones. Nosotros debemos ser un público crítico y referiendonos al tema del tabaco son más propensos los jóvenes adolescentes ( quizás no tengan aun esa perspectiva crítica) a empezar a fumar queriendo imitar a su ídolos televisivos. Pero también hay que tener en cuenta una cosa...que serían de algunas películas sin el tabaco...muchas veces juega un papel importante en el caracter de dicho personaje. ¿Debería prohibirse o quizas advertir de su presencia con ese rótulo propio de las cajetillas de cigarrillos..."Fumar puede matar"...?